La Academia de Ciencias Políticas y Sociales realizó doce foros sobre el diferendo entre Guyana y Venezuela. Estos encuentros se realizaron del 6 de mayo de 2021 al 31 de marzo de 2022 y se caracterizaron por su fuerte contenido histórico, jurídico y político. Las sesiones fueron diseñadas y coordinadas por el Académico Héctor Faúndez Ledesma, profesor de la Universidad Central de Venezuela y autor del libro La jurisdicción contenciosa de la Corte Internacional de Justicia y el caso Guyana v. Venezuela (Editor Jurídico Venezolano, Caracas, 2020), lo que constituye un valioso aporte para la comprensión de este tema.

Los foros de controversia están disponibles en el canal de YouTube de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales y en el canal de la Fundación Universitas. De esta manera, el conflicto puede ser examinado por todos. Todos podrán reflexionar sobre lo que es mejor para nuestro país. Una conclusión fácil de sacar estos días es clara: Venezuela no puede quedarse de brazos cruzados y debe presentarse ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para defenderse. No hacerlo sería un error irreparable que afectaría a la defensa de nuestros intereses.

Venezuela tiene hasta marzo de 2023 para presentar su “memoria de contestación”. Y esto porque el 18 de diciembre de 2020, la CIJ se declaró competente para conocer el reclamo de Guyana contra Venezuela, y así llevó la disputa a la justicia. Hasta el momento, el gobierno venezolano aún no sabe qué hará, aunque parece reacio a participar en el juicio y así desconoce la jurisdicción de la CIJ.

Al no participar, se pierde la oportunidad de presentar alegatos en la audiencia pública a la que serán convocadas las partes, y de solicitar medidas cautelares para detener la explotación de los recursos minerales y petroleros ubicados en la zona en litigio. Si decidimos comparecer, tendremos derecho a someter nuestras reclamaciones y ratificar la plena vigencia y vigencia del Acuerdo de Ginebra, así como a nombrar un juez. ad hoc. Los beneficios de presentarse en el proceso son claros.

Si Venezuela participara, tendría un tribunal del más alto nivel para demostrar la nulidad del laudo arbitral de 1899, ya que este veredicto no está motivado y fue producto de un fraude procesal, realizado por «la arbitrariedad y transacciones a espaldas de uno». de los estados en cuestión «litigio», como lo afirma Héctor Faúndez Ledesma en su citado libro (p. 328), lo cual está suficientemente documentado y puede demostrarse, pero para atacar el laudo fraudulento, es vital participar en la disputa.

En cuanto a la soberanía sobre el territorio en disputa, los venezolanos contamos con estudios fundamentales realizados por el sacerdote jesuita Hermann González Oropeza, quien en su libro Atlas de la historia cartográfica de Venezuela (Fundación Diego Cisneros, Editorial Enzo Papi, Caracas, 1987) demuestra la consistencia de nuestros títulos. Contamos también con las valiosas aportaciones del profesor Manuel Donis Ríos, plasmadas en Venezuela y sus espacios marítimos en el Atlántico ayer y hoy (Caracas, Abediciones, 2020), obra que ratifica con precisión la innegable pujanza de los títulos venezolanos.

La presencia de Venezuela en el proceso que sigue la CIJ es una oportunidad para frenar la minería ilegal, así como la explotación de gas y petróleo que actualmente se extrae de la zona de conflicto, o su proyección marítima. Pero también está en juego la integridad territorial, el medio ambiente y la seguridad de los venezolanos, por lo que es necesario el control de los espacios dominados por la delincuencia internacional, la piratería, la trata de mujeres y niños, el narcotráfico y otras actividades delictivas transnacionales. Este es un aspecto que no puede ser ignorado.

Cabe recordar que el mayor logro de nuestro país en el conflicto con Guyana fue el Acuerdo de Ginebra. Este éxito se basa en la actuación de los líderes de la era civil. Entre ellos, Marcos Falcón Briceño, quien como canciller de Rómulo Betancourt denunció el laudo arbitral de 1899 el 12 de noviembre de 1962. Con el acuerdo de Ginebra, Reino Unido y Guyana reconocieron que tenían un diferendo territorial con Venezuela.

El acuerdo de Ginebra es un logro de gobiernos civiles, en el que hubo un consenso en torno al diferendo con Guyana, desprovisto de agendas coyunturales y solidaridades automáticas. Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera han abordado esta cuestión de manera amplia, sin lugares comunes y con una visión de largo plazo. La exclusión no habría permitido este importante triunfo de nuestra diplomacia. Todo siguió por buen camino y en el gobierno de Raúl Leoni, el canciller Ignacio Iribarren Borges firmó el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, que fue -repito- el mayor éxito venezolano en la polémica. Y todo porque el asunto lo manejaron estadistas.

Como obstáculo a vencer tenemos el elemento ideológico que se ha visto implicado en este tema vital para Venezuela. Primero, la posición cubana de apoyo a Guyana. En efecto, el castrismo no ha dudado en exponer su posición durante años. Es el caso de la declaración del Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba de Fidel Castro, Ricardo Alarcón, quien declaró el 7 de octubre de 1981: «La pretensión venezolana es prueba del expansionismo y Guayana [Guyana] Tiene pleno derecho a disfrutar de todo su territorio en completa libertad. No podemos olvidar que Guyana sirvió de puente militar para las tropas cubanas durante la guerra de Angola. Lo anterior debe recordarse, dada la indudable influencia del gobierno castrista en los asuntos venezolanos. En este caso, Cuba tiene intereses opuestos a los de Venezuela. Se trata de defender nuestra integridad territorial sin ceder a la solidaridad política.

El segundo eslabón ideológico está contenido en las temerarias declaraciones del presidente Hugo Chávez en 2007, quien sorpresivamente dijo que el reclamo venezolano comenzó “por presiones de Estados Unidos para desestabilizar al gobierno comunista de Chaddy Jagan”. De esta forma, además de introducir condimentos políticos e ideológicos, se tergiversa el fondo de lo que se debate en este delicado asunto. Tras las declaraciones del entonces Presidente de Venezuela, el gobierno de la República Cooperativa de Guyana inició una serie de abusos contra nuestra soberanía, interfiriendo agresivamente en nuestro espacio marítimo. Así lo denunció la Academia de Ciencias Políticas y Sociales en comunicado del 1 de octubre de 2013. Afortunadamente, ese mismo año, la Armada de Venezuela detuvo algunas embarcaciones que realizaban estudios petroleros en la zona reclamada. Esta actuación de las Fuerzas Armadas merece un reconocimiento.

Venezuela tiene razón, pero no hay garantía de una condena favorable. Así funciona el litigio: quien tiene la razón debe probarla con argumentos de hecho y de derecho. Abstenerse de participar en el proceso y negarse a presentar alegatos es una mala decisión. No podemos renunciar a la posibilidad de pedir la nulidad de la injustificada y fraudulenta sentencia de 1899. Y todo esto será responsabilidad de quienes gobiernan Venezuela.

En Guyana, todos los sectores están unidos por el diferendo con Venezuela. Nosotros, por el contrario, estamos divididos. Esta división interna es otro obstáculo que hay que superar. El gobierno ha tratado este tema sin la participación de todos los sectores; más bien, independientemente de lo que la CIJ pueda decidir, y sin sopesar los efectos de una decisión desfavorable. En este conflicto no hay lugar para la discriminación por motivos ideológicos o políticos. Lo que está en juego es parte de nuestro territorio, nuestra riqueza y el acceso de Venezuela al Atlántico.

El diferendo con Guyana debe manejarse con criterio de Estado, sin excluir a nadie por razones de política interna. Se trata de ejercer liderazgo y reunir a los expertos para que preparen la mejor defensa procesal y redacten la contramemoria que debe ser presentada ante la Corte Internacional de Justicia. El destino vital de Venezuela así lo exige.

El periodismo independiente necesita el apoyo de sus lectores para seguir adelante y asegurarse de que las noticias incómodas que no quieren que lea permanezcan a su alcance. ¡Hoy, con su apoyo, seguiremos trabajando duro por un periodismo libre de censura!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *