El lenguaje legal debe ser claro y preciso para que todos lo entiendan fácilmente. Una sentencia pronunciada en Venezuela debe entenderse en Colombia, España o China. Por lo tanto, se requiere que el estilo sea claro, preciso y libre de verborrea, tautologías, ambigüedades, vaguedades, eufemismos, redundancias y fallas metodológicas. Por ello, la Real Academia Española, el Consejo General del Poder Judicial y la editorial Espasa han publicado el libro de estilo de justicia (2017), liderado por el académico Santiago Muñoz Machado. El objetivo de este trabajo es lograr que el lenguaje jurídico alcance altos niveles de autoridad a través de la fuerza persuasiva de su expresión simple y directa. Se entiende por lenguaje jurídico el “lenguaje propio y característico de los textos jurídicos y jurídicos” (Diccionario panhispánico del español jurídico).

En la misma dirección, la Corte de Casación francesa impulsó la publicación del Guía de las nuevas normas relativas a la estructura y redacción de las oraciones (2019). A pesar de que la jurisprudencia francesa es clara y fácil de entender, la carta gráfica pretende hacer precisa y simple la expresión jurídica como regla de uso médico-legal. La idea es prohibir los tópicos, las fórmulas fijas, las subordinadas, el estilo enrevesado, las citas extensas, las contradicciones argumentativas y demás vicios del lenguaje jurídico.

Las oraciones deben escribirse de tal manera que todos puedan entender las razones detrás de ellas. Asimismo, el uso correcto de dicho lenguaje debe ser propio del estado de derecho y de la seguridad jurídica. El consejo de los trabajos antes mencionados es evitar complementos innecesarios. La mejor oración es la oración adecuada, reducida a los componentes más claros y simples. Lo que tienes que hacer es poner la idea en el sujeto, verbo y predicado y usar el adjetivo sabiamente.

Por lo tanto, las decisiones judiciales deben redactarse de manera directa, precisa, sencilla, con palabras del lenguaje cotidiano y sin oraciones subordinadas. Una forma de ver esta claridad lingüística y metodológica de la oración es cuando, una vez traducida, se puede entender en una lengua extranjera. Las decisiones deben ser razonadas, inteligibles, sin citas excesivas y sin párrafos extensos incrustados con la herramienta «copiar y pegar». Por ello, las reglas de estilo, como en el sistema francés, también deben ser respetadas por los litigantes. Se trata de buscar la homogeneidad lingüística y metodológica de los actos judiciales y así facilitar el acceso a la justicia.

En nuestro entorno, las discusiones jurídicas suelen ser muy largas y a desviarse de lo esencial: hablamos en exceso del aparato. Los casos pueden extenderse más allá de una década. Los escritos forenses no pueden ser largas páginas reñidas con la elegancia sintáctica. Quien no tiene las ideas claras apela a la ambigüedad ya un estilo pesado y extenso. Aquí hay que recordar al profesor José Román Duque Sánchez, quien en sus legendarias lecciones de casación civil dijo: “Sé breve y preciso, los escritos breves y precisos son el manjar favorito de los jueces”.

A esto hay que añadir que se pretende salvar esta falta de claridad conceptual mediante el uso de argumentos de autoridad, es decir, citas de autores y jurisprudencia, con la supuesta intención de reforzar la pretensión. Muy a menudo, esto conduce a la falacia de la autoridad, que consiste en invocar a un autor –o autores– que comentan sobre una cuestión jurídica distinta a la que se está discutiendo; También utiliza la jurisprudencia que a menudo se refiere a diferentes cuestiones.

Tampoco hay una síntesis de lo que dice el autor -o lo que dice la oración- sino que estos largos párrafos se copian al azar. Copiar y pegar se usa incorrectamente en las decisiones judiciales. Incluso se supera el límite autorizado por las reglas universales de la metodología, que es de cuarenta líneas. Sería bueno que cualquier sentencia de la Corte Suprema de Justicia sea leída al azar para que se observe la extensión de las citaciones, tanto en los escritos de las partes como en las decisiones invocadas. No es costumbre reducir todos los argumentos y criterios jurisprudenciales a unos pocos párrafos lacónicos que recogen la esencia de lo discutido.

Muchos factores explican lo que se ha descrito. Una elemental: el estudiante de derecho llega con lagunas formativas desde el bachillerato: mala ortografía, dificultades de expresión, desconocimiento de las reglas metodológicas necesarias para expresar sus ideas de forma clara y organizada. Estos malos hábitos se crean y maduran, de los cuales es difícil deshacerse.

Una contribución encaminada a mejorar la situación descrita sería impartir lingüística en el primer curso de la carrera de derecho y añadir un taller de expresión oral y escrita. De esta forma, los alumnos podrán adquirir habilidades lingüísticas y expresivas que sin duda mejorarán la claridad y coherencia de los escritos jurídicos. Debe tener como objetivo enseñar al alumno a escribir utilizando un lenguaje preciso y directo. Es lo que recomienda el Instituto Cervantes al privilegiar la palabra breve frente a la larga; por ejemplo, entre «aclarar» y «aclarar», se debe utilizar el primero. Entre una expresión larga y corta, use la abreviatura: «hoy» en lugar de «actualmente». En esta tarea se deben utilizar con frecuencia los buenos aliados de la claridad sintáctica: el punto y el punto. por eso el libro de estilo de justicia Debería utilizarse como libro de texto en las facultades de derecho.

Cada escrito debe basarse en una idea central y el razonamiento debe girar en torno a ella. Esto se logra con párrafos que exponen la idea con oraciones cortas. Las oraciones largas se pueden justificar siempre que transmitan un significado. La sintaxis debe permitir que todos entiendan la decisión para promover el principio de tutela judicial efectiva.

El poder judicial venezolano está a la espera de elaborar y aprobar una guía de estilo judicial para mejorar y facilitar la comprensión de las sentencias. Esta guía, con las reglas lingüísticas y metodológicas que deben respetar jueces y litigantes, sería un aporte a la justicia.

Este trabajo debe realizarse con la participación conjunta de la Corte Suprema de Justicia, universidades, colegios de abogados y academias. Esto garantiza el principio de participación ciudadana, pluralidad, transparencia y democracia.

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