La erosión de la democracia boliviana

Jeanine Áñez ha sido traspasada
Jeanine Áñez | Foto: AFP

La reciente sentencia de 10 años de prisión de la expresidenta constitucional de transición de Bolivia, Jeanine Áñez, es otro ejemplo más del uso arbitrario del poder judicial con fines políticos.

El proceso judicial, que incluyó más de 400 días de prisión preventiva ilegal, así como tratos vergonzosos y violaciones de la legalidad, ha sido denunciado por los organismos internacionales más competentes.

El Presidente del Comité contra la Tortura de la ONU, el Secretario General de la OEA y el Parlamento Europeo, Naciones Unidas, han llamado la atención sobre el uso político de la justicia para perseguir a los opositores y sobre las múltiples violaciones a las convenciones de derechos humanos de las que Bolivia es parte signatario.

Fue especialmente relevante la declaración de Josep Borrell, responsable de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, quien señaló que las observaciones preliminares de la misión del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Bolivia reflejan «las deficiencias estructurales del sistema judicial boliviano». ”, tal y como recoge el Relator Especial de Naciones Unidas sobre la independencia de los jueces.

Borrell señala que el juicio “no respetó plenamente los derechos al debido proceso de la Sra. Áñez”, que la acusación de “incumplimiento del deber” es “excesivamente amplia y ambigua” e “inconsistente con el principio de legalidad contenido en varios tratados de derechos humanos” . derechos, así como “el uso excesivo y no excepcional de la prisión preventiva, el acceso a testimonios y el formato virtual e híbrido de audiencias”.

La criminalización de la actuación de Jeanine Áñez como jefa de Estado interina carece de sustento legal. La transición se dio ante un vacío de poder provocado por una seguidilla de renuncias sin precedentes, iniciada por el entonces presidente Evo Morales y seguida por su vicepresidente, el presidente del Senado y el presidente de la Cámara de Diputados.

Tras las renuncias y las negociaciones entre los partidos políticos con representación parlamentaria, la Asamblea Nacional (controlada por el partido de Evo Morales), la Iglesia Católica, los representantes de Naciones Unidas, la Unión Europea y el Gobierno español, acordaron convocar Jeanine Áñez, segunda vicepresidenta del Senado, para asumir la presidencia del país, respetando la línea constitucional de sucesión, con la tarea de convocar elecciones a la brevedad.

La demanda se basa en la «gran mentira» repetida constantemente por los presidentes de Argentina y México, el grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo, cuya intención es convertir a Evo Morales en víctima de un «golpe de Estado» que nunca se producirá. . existió.

Este relato ignora que Morales, además de ser candidato ilegal a la reelección por cuarta vez (la Constitución boliviana permite solo dos reelecciones consecutivas), cometió un audaz fraude electoral (revelado por una auditoría de la OEA) para mantenerse en el poder. lo que desencadenó una multitudinaria protesta ciudadana, su renuncia y huida a México y la instauración del gobierno de transición.

Sorprende, sin embargo, que a pesar de la evidencia, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) hasta el momento se haya mantenido en silencio sobre el caso boliviano. Históricamente, la CIDH ha jugado un papel vital en la protección de los derechos humanos en el hemisferio. Son encomiables sus contundentes informes condenando a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela por sus violaciones a los derechos humanos y por la represión de sus opositores.

Durante los 14 años de ejercicio autoritario del poder de Evo Morales, con fachada democrática y “progresista”, los comisionados de Brasil, Venezuela, Perú y el propio secretario ejecutivo de la CIDH, no admitieron ninguna petición de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos. cometido por el gobierno boliviano.

Peor aún, apenas renunció Evo Morales, la CIDH envió una “misión preliminar” que redactó un informe que no correspondía a la verdad de los hechos; y en octubre de 2021 se negó a dictar medidas cautelares a favor del expresidente, injusta e indignamente encarcelado.

Vemos así, con el ejemplo boliviano, que la cooptación y sometimiento del poder judicial se ha convertido en una práctica habitual de gobiernos populistas que han llegado al poder mediante elecciones libres y con mayorías legislativas.

Se apresuraron a cambiar las constituciones, controlar el poder judicial, el poder electoral, los medios de comunicación, suprimir la oposición y perpetuarse en el poder. Con esto, los pilares republicano/democrático de pesos y contrapesos que limitan el poder se erosionan, y los gobiernos se convierten (tras una especie de golpe a cámara lenta) en autocracias i-liberales y hasta represivas. Los ejemplos de Venezuela y Nicaragua son suficientes.

La democracia languidece y se desmorona cuando no se respetan las instituciones democráticas y los derechos humanos. Si bien su transgresión es responsabilidad de actores internos, la comunidad democrática del hemisferio puede contribuir a su defensa y protección, activando los instrumentos creados para tal fin, como la CIDH o la Carta Democrática Interamericana. No puede ni debe permanecer complaciente o indiferente a lo que sucede en Bolivia.


Jaime O Aparicio es ex embajador de Bolivia ante la Casa Blanca y la OEA; Rubén M. Perina es un ex funcionario de la OEA.

Artículo publicado por el periódico. La campana

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Hildelita Carrera Cedillo
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