¿Estará Maduro listo para negociar con la oposición en beneficio de Venezuela?

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La mesa de negociaciones en México vuelve a estar en la agenda política de la oposición. Sospecho que algunos de sus voceros albergan esperanzas de que los signos de recuperación económica que trajo consigo la liberalización de precios y el uso del dólar habrían persuadido a Nicolás Maduro a adoptar una actitud más constructiva en este sentido que antes. Se habría dado cuenta de la conveniencia de suavizar su conducta para evitar la erosión de su poder. Si es así, tendría sentido una negociación inteligente, jugar un juego cerrado con Estados Unidos y la Unión Europea para convertir las sanciones en una carta para comprometer a Maduro a celebrar elecciones confiables. Pero, ¿qué hay de su disposición a negociar de buena fe las condiciones que le permitan al país superar la terrible tragedia que él y su familia han provocado?

Recientes declaraciones del oficialismo no sustentan la interpretación, diríamos “optimista”, mencionada anteriormente. El vocero del régimen en estos temas, Jorge Rodríguez, reiteró recientemente como condición para la liberación de Alex Saab y su integración a la delegación oficial, que Rusia sigue acompañando al chavismo en el proceso, pero que el rol mediador de Noruega cesa, por un pronunciamiento de su gobierno sobre el respeto a los derechos humanos en Venezuela. No sabemos si tales hechos sin sentido son parte de una política dirigida a torpedear deliberadamente cualquier posibilidad de reanudar las negociaciones o si se deben, más bien, a la intemperancia de un espíritu resentido. La defensa de los derechos humanos es un pilar de la política exterior noruega.

A continuación, debemos observar las condiciones del entorno internacional. Una perspectiva optimista indicaría que con el aislamiento de Rusia por su agresión criminal contra Ucrania y las oportunidades resultantes para aliviar las sanciones al petróleo venezolano como reemplazo parcial del suministro de crudo de ese país y ganarse la simpatía de Biden, debería haber una actitud más proactiva del gobierno. régimen en relación con esta negociación. Sin embargo, Maduro acaba de visitar Cuba con el pretexto de revivir el ALBA. Debe cerrar filas con sus cómplices caribeños y nicaragüenses ante el giro adverso que representa para ellos una posible derrota de Putin. Junto a la condonación de la deuda ofrecida a las islas del Caribe por el suministro de petróleo de la quebrada Venezuela, busca evitar que tomen posiciones desfavorables al régimen en los foros internacionales. Por ahora, ante la perspectiva de victoria de Gustavo Petro en Colombia y, posteriormente, de Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil, Maduro confía en que se avecinan tiempos mejores. Por ello, no duda en volver con trillados e inútiles clichés a su llegada a La Habana: “Hemos llegado a la cuna de la revolución: La Habana, Cuba, para participar en la XXI Cumbre ALBA-TCP, con el objetivo de seguir profundizando la unidad e integración de los pueblos de América Latina y el Caribe. ¡Viva la unidad de los pueblos!

Aparentemente, no hay nada que sugiera que el régimen se sienta vulnerable o desatendido y que esto lo llevaría a volver a negociar para salvaguardar sus intereses. Además, se reiteran las poses ideológicas detrás de las cuales se esconde el fascismo chavomadurista. No es que los jerarcas del régimen realmente crean, a estas alturas, en las tonterías que repiten. Estos, sin embargo, cumplen una función muy importante al evitar los exámenes de conciencia y absolver sus abusos. Cuando se miran en el espejo, los corruptos, déspotas, torturadores y esbirros que se han apoderado del país quieren ver reflejada la imagen de patriotas “revolucionarios”, luchando por liberar a Venezuela de las garras del imperialismo. Así, ante su exclusión de la próxima Cumbre de las Américas, que se realizará en julio en Los Ángeles, California, Maduro subrayó el temor del país anfitrión a “nuestra voz antiimperialista”. Al cierre del Coloquio Internacional del Bicentenario de la Batalla de Pichincha (¡Uuuff!), agregó: “Nuestro destino manifiesto es enfrentar al imperialismo y derrotarlo en el campo de batalla, pase lo que pase, sea lo que sea, en todas las circunstancias Victoria siempre será nuestro!

Decididamente, el sectarismo que provocan los grilletes ideológicos, al sustituir el examen de las causas reales de las cosas por actos reflejos simplistas, embrutece.

Finalmente, podemos argumentar que al liberar partes de la economía y abrir ciertas empresas públicas a la inversión privada (minoritaria), el régimen finalmente entendió dónde tenía que apoyar sus esfuerzos para salir del abismo en el que nos estaba hundiendo. En otras palabras, el gobierno demostraría que ahora quiere solucionar los terribles problemas del país. La negociación en México sería uno de los espacios para abrir oportunidades de reforma que se institucionalizarían paulatinamente en Venezuela. Ciertamente, se podría argumentar que, dentro del chavomadurismo, se generan reacomodos que admiten posibilidades de cambio. Sin embargo, ¿se ha superado el dominio de las mafias articuladas en torno al saqueo del país? ¿Qué pasa con la minería del arca, el narcotráfico y tantas otras corrupciones que han aflorado con las investigaciones de valientes periodistas de investigación? Y, cómo conciliar el cacareado «arreglo» del país con cárceles repletas de presos políticos, hoy en su mayoría militares, con la tortura y represión de los allanamientos desatados por los órganos represivos en los barrios populares o en las zonas disputadas entre facciones del ¿guerrillero colombiano? El cuento de hadas sobre Maduro y sus cómplices con el objetivo de ‘normalizar’ el país sigue siendo increíble.

En definitiva, lo dicho en estas líneas no sustenta la expectativa de una mayor disposición de Maduro para negociar, ahora sí, acuerdos con la oposición para un arreglo político que ofrezca soluciones, a través de elecciones creíbles, a la situación actual. Cabe señalar, además, que esto es así porque las fuerzas democráticas no representan, hoy por hoy, una seria amenaza a la hegemonía del militarismo “bolivariano”. No sólo por la división entre los distintos grupos opositores que, ¡suerte!, parecen haber encontrado la manera de superarlos pactando las primarias y la conformación de la Plataforma Democrática Unificada, sino porque la oposición carece de una política que diga nada a las mayorías sobre la necesidad de derrocar al régimen de Maduro, más que la repetición interminable de su ilegitimidad.

Sucede que Maduro, por mucho que se insista en lo contrario, se siente cada vez más ‘legítimo’. Y eso nada tiene que ver con su voluntad de respetar el orden constitucional y respetar los derechos de sus compatriotas. No. Se siente más legítimo porque, con la economía repuntando y las burbujas de prosperidad abiertas para disfrute de los hip y los que tienen ingresos en dólares, ha logrado vender la idea de que el país se “arregla solo”. E incluso los gringos parecen mostrar interés en abrir posibilidades para desbloquear el juego, parecen resignados a que solo queda apostar por Maduro para seguir «normalizando» el país.

Lograr que Maduro negocie con seriedad acuerdos para una salida electoral a la tragedia nacional que sea creíble y confiable, y que libere a los presos políticos y restablezca los derechos políticos y civiles, requiere de una fuerza armada de oposición con un proyecto político coherente, capaz de movilizar a la vasta sector descontento, que «golpea en la cueva». Debe marcar un deslinde palpable con esta miserable “normalización”, sin garantías, con la que el fascismo pretende perpetuarse en el poder. Al mismo tiempo que se restablece el orden constitucional, debe buscar el saneamiento y enderezado del Estado, con generosos fondos internacionales para que pueda brindar efectivamente los servicios públicos, hoy colapsados. Este proyecto debe basarse en una economía posrentista competitiva que ofrezca a los ciudadanos oportunidades de inversión, emprendimiento y empleo digno, en un entorno económico estable y predecible, con amplias posibilidades de financiación. Asimismo, debe abrir cauces de participación y control ciudadano en la gestión de los asuntos públicos, a nivel local, regional y también nacional. Sin construir esta fuerza popular, las posibilidades de progreso no son claras.

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