Putin con líderes prorrusos en Donetsk, Lugansk, Zaporizhia y Kherson, cuya anexión a Rusia fue proclamada esta semana.

La cuestión de la guerra en Ucrania, siendo su resultado de importancia crucial, no ha sido el centro obligado de la opinión mundial durante algún tiempo, y mucho menos al nivel de la mayoría de nuestro pueblo. Mientras tanto, ese mismo mundo está generando hechos y noticias que dominan los titulares, como la reciente amenaza de Putin de considerar la opción nuclear. Sin embargo, para los venezolanos el tema ha sido y sigue siendo importante en la medida en que Venezuela, de una forma u otra, puede verse beneficiada o perjudicada por él, como lo han demostrado ciertos hechos.

No parece en vano destacar el insólito apoyo anunciado y reiterado por quienes se precipitan desde Miraflores a alinearse con Rusia, que es el estado invasor de Ucrania y por tanto transgresor del derecho internacional. De ahí el encanto político con Putin, contrario a lo expresado por la gran mayoría de las naciones del mundo que critican y condenan no sólo la invasión sino también las atroces violaciones a los derechos humanos cometidas por sus tropas. Es obvio que Maduro y sus corresponsables creen que son protagonistas del ajedrez mundial, cuando es obvio que son solo peones utilizables en una subasta entre terceros.

Asistimos ahora a una serie de hechos cuya ilegalidad no escapa a ningún examen. Se trata de la anexión proclamada por Rusia de las regiones orientales de Ucrania conocidas como Donetsk, Lugansk, Zaporizhia y Kherson, ya reconocida por Putin y la Duma (parlamento de la Federación Rusa) a toda velocidad y confirmada, según ellos, por dos de los referéndums. organizada a toda prisa sin rigor técnico y mucho menos transparencia. Cabe recalcar -con vergüenza- que para este acto ilegal, Venezuela (Maduro) envió «observadores» cuya imparcialidad y objetividad no solo son cuestionadas sino que alertan sobre las condiciones de una posible futura elección en Venezuela en la que el «Bolivariano» la fauna puede interferir.

También cabe señalar que algunos de los territorios en los que se realizó el pseudo-referéndum han estado y continúan estando bajo el fuego ruso y ucraniano alternativamente, lo que no sugiere la existencia de condiciones para expresar libremente y sin temor la voluntad popular.

Rusia sostiene que sobre la base del principio de «autodeterminación de los pueblos» que inspira uno de los principios fundamentales del derecho internacional, estas regiones tienen derecho a elegir su composición. Esto se entiende y acepta cuando esta determinación se hace libremente, bajo ciertas condiciones, con observación y verificación, etc. Lo contrario le abriría las puertas al Estado Zulia a proclamar mañana su independencia y al pueblo wayúu (goajiros) a optar también por la suya desmembrando el Zulia. Tampoco son mayorías, porque si así fuera, el municipio de Chacao, con su orientación decididamente antichavista, podría organizar un referéndum y exigir que su resultado sea reconocido internacionalmente, desafiando el principio cardinal que garantiza la integridad territorial de estados Tal estupidez traería como consecuencia la atomización política descontrolada e incontrolable del escenario internacional con consecuencias que no son difíciles de prever. Imagínese el tema de Guayana Essequiba, donde casi todos sus pocos habitantes son guyaneses, o un referéndum en las Islas Malvinas donde apenas 3.000 habitantes son todos ingleses, etc. Lo mismo ocurre con las repúblicas de Osetia del Sur y Abjasia, separadas de Georgia en 1990 y reconocidas únicamente por Rusia y Venezuela, donde la primera tuvo la hilarante temeridad de enviar un «embajador» para representarla en la toma de Nicolás.

Es evidente que la creación irracional de estas nuevas repúblicas populares pretende hacerlas parte integrante de la Federación Rusa y que, por ello, una operación militar organizada en su «territorio», o lanzada desde el exterior, se convertiría en un acto de guerra contra Rusia perpetrada ya sea por Ucrania, Estados Unidos, la OTAN o uno de sus estados, lo que -desde el punto de vista de Moscú- podría justificar una reacción defensiva o de represalia cuyas consecuencias es mejor no imaginar, además de que significa desarmando el mito de Putin de que lo que Rusia ha hecho hasta ahora es solo una «operación militar especial» establecida para lograr la «desnazificación» y proteger a las poblaciones locales que se cree que son víctimas del genocidio.

Estaríamos en presencia de una confrontación internacional no sólo con la “Masonería” sino entre los intereses de dos visiones del mundo que -hasta el día de hoy- se perciben como excluyentes. Además, están China e India, que habrá que ver de qué lado se ponen o si se quedan para ver el duelo desde la grada.

En resumen, podemos confirmar que el mundo se encuentra en una delicada tensión en la que cualquier error de cálculo podría llevar a una expansión del conflicto a una escala no vista desde la crisis de los misiles de 1982, cuando la entonces Unión Soviética entendió que era razonable dimitir. a su plan de instalar misiles de largo alcance en Cuba como una amenaza concreta y mortal para Estados Unidos. ¿Imitará Putin a Jruschov o iniciará la Tercera Guerra Mundial? Si es así, ¿Nicolás y su combo involucrarán a Venezuela en un conflicto cuyo único resultado para nosotros sería la destrucción y la miseria? ¿Quién sabe con estos sujetos cuyo único objetivo es mantenerse en el poder con intenciones sospechosas o no tan sospechosas?

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Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo