La devaluación de más del 30% del bolívar frente al dólar en apenas dos semanas -atribuida simplemente por Nicolás Maduro a un «grupo de inescrupulosos»- pone fin a la ilusión de crecimiento y prosperidad que el gobierno ha alimentado desde un principio. de 2021, cuando el país comenzaba a superar los momentos más graves de la crisis desencadenada a partir de 2013, cuando los precios del petróleo comenzaron a caer rápidamente, sacando a relucir todos los desmanes cometidos por Hugo Chávez durante su larga y trágica gestión. Excesos que su sucesor no pudo corregir o enmendar.

El espejismo de «Venezuela se arregló», promovido por el régimen, se basó en una cierta liberalización de la economía: levantamiento de los controles de precios y cambios, uso generalizado del dólar, autorización para importar gran cantidad de bienes sin pagar derechos o cancelar tasas muy bajas, reducción moderada del encaje legal, lo que permitió activar un poco el crédito para los empresarios industriales y agropecuarios. Entre este conjunto de medidas, que no responden a un plan global articulado que la nación conoce y discute, destaca el intento de controlar la inflación a través de la reducción del precio del dólar a través de los aportes del Banco Central de Venezuela al mercado cambiario. . . Gracias a este mecanismo, ya la estricta reducción del gasto público, el BCV pudo evitar que el precio de la moneda estadounidense se descontrolara y arrastrara el valor de muchos productos impactados directamente por el comportamiento del dólar.

Este dispositivo pudo operar durante algún tiempo debido al aumento de los precios del crudo tras la invasión rusa a Ucrania y al ligero aumento de la producción de petróleo, que logró estabilizarse en torno a los 700.000 barriles diarios. La combinación de estos dos factores le ha dado un respiro al gobierno. Sin embargo, una vez pasado el efecto benéfico inicial, el régimen y el país enfrentan nuevamente la dura realidad: Venezuela no genera el volumen de divisas que satisfaría la demanda de una economía muy dependiente del dólar; Incluso el gobierno -a pesar de las sucesivas reformas monetarias- no ha logrado crear la confianza necesaria en el bolívar, razón por la cual la gente se refugia en el dólar cada vez que puede para proteger sus fondos en moneda nacional.

La generación de moneda nacional es muy baja ya que la capacidad del régimen para aumentar la producción de petróleo sigue siendo débil. El gobierno culpa a las sanciones internacionales, pero lo cierto es que la causa fundamental de este declive radica en la destrucción sistemática de PDVSA desde el paro de 2002-2003. A partir de esta fecha comienza el declive de la empresa, sin que se atisbe su recuperación. No es posible cubrir este déficit en un futuro cercano debido a que Venezuela depende en gran medida de las divisas generadas por la industria petrolera. Otros rubros de exportación generan un raro flujo de dólares, entre ellos productos no tradicionales -pese al esfuerzo de algunos empresarios por internacionalizarse- y el turismo -impactado negativamente, primero por la pandemia y luego por el deterioro de los servicios públicos-. Habrá que esperar unos meses para ver qué sucederá cuando se restablezcan las relaciones comerciales con Colombia. Dependiendo del nivel y diversificación del crecimiento que haya tenido el país vecino en las últimas décadas, es muy probable que la balanza comercial favorezca mucho más a los colombianos en el corto plazo.

Ante la coyuntura actual, se vuelve más patético el derroche de los abundantes recursos financieros que afluyeron al país en la primera década del siglo XXI, cuando navegaban los petrodólares. Hugo Chávez y sus compañeros dilapidaron este dinero. Acabaron con el Fondo de Inversiones de Venezuela, la caja de ahorros que tenía la nación para enfrentar sin angustia los vaivenes del mercado petrolero. Lo convirtieron en un Fondo Nacional de Desarrollo. Con esta pantalla tramaron, entre muchos errores, una feliz política de regalos a Cuba, Argentina, Nicaragua, Bolivia y otros compinches; fundaron Petro Caribe, para amordazar las pequeñas islas del Caribe; y firmaron convenios millonarios con Odebrecht para construir obras que nunca se construyeron, pero que representaban jugosas ganancias para sus dueños y sus intermediarios.

Hoy, el gobierno, después de un cuarto de siglo de ataques, no tiene medios para hacer frente a la suba del dólar. Para los jerarcas del régimen, este motín no representa ningún obstáculo. Tus ahorros están bien protegidos en paraísos fiscales. El drama lo vivirán los sectores populares y las clases medias, que ven sus ingresos consumidos por la devaluación. Adiós, ilusión de cambio.

@trinomarquezc

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Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo