Foto Colprensa – Camila Díaz

Si yo fuera colombiano, votaría en primera vuelta por Sergio Fajardo. En la segunda, votaría en contra de Gustavo Petro.

Lo dicho amerita más detalles sobre por qué Sergio Fajardo, con todas las virtudes que lo adornan para ser un buen presidente, no se cansa de tocar.

El poder del pudor, su libro publicado hace 4 años, cuenta de él buena parte de lo que hay que saber sobre la verticalidad como principio rector de su vida pública. Cabe señalar que el mandato de la honestidad fue su objetivo en los años que fue alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia.

Pero el hombre es mucho más que un individuo decente. Tiene la forma cuadrada de actuar que muestran los matemáticos. Se graduó en esta disciplina en la Universidad de Wisconsin -un logro digno de mención porque esta universidad es conocida por sus exigencias académicas- y también ha sido probado durante dos largas décadas como profesor de esta materia en la Universidad de los Andes. ¡Es cierto que eso tampoco lo califica para ser presidente!

Por otro lado, Sergio es paisa y eso también dice mucho de un colombiano. Se trata de un gentilicio caracterizado por su condición de trabajador y trabajador, práctico y tenaz, decidido y lanzado hacia adelante. Asimismo, estos reconocimientos comunes a tantos antioqueños no parecen suficientes para desempeñarse bien al frente de un país.

Colombia lucha hoy con un deseo desesperado de cambio. Y lo que hace presidencial a este ciudadano es que ha sido motor de importantes transformaciones. La moneda de cambio debe ser tuya, no la de otra persona. Este profesor que se hizo político a través del Movimiento de Participación Ciudadana, que impulsó junto a su sucesor, Alonso Salazar, supo operar un giro importante en Medellín, enfatizando en la promoción de la educación como herramienta de equidad social. y la transformación de Moravia hablan bien de su empeño por impulsar y dejar obras icónicas que transformen lo social.

Para lograrlo, quiso atraer el apoyo de empresarios, líderes sociales, comunitarios y académicos en el ejercicio de la función pública y en la lucha política, y lo logró. Es quizás este éxito en la participación incluyente de todos los sectores profesionales y sociales lo que lo distinguió en su etapa de alcalde y gobernador y le valió el reconocimiento nacional como el mejor alcalde. El hombre mostró habilidad.

No obstante todo lo anterior, Fajardo no logró repuntar en las preferencias del electorado. Peor que eso, tiene la menor cantidad de opciones entre los 4 primeros para pasar a la segunda ronda. Ni los jóvenes, ni la izquierda, ni el medio rural se prestan para ello. Su campaña electoral dirigida a estos sectores no ha causado ni frío ni calor. En las últimas mediciones de Invamer, Fajardo, posiblemente el mejor armado, apenas alcanza el 5% de intención de voto, muy por detrás de Fico Gutiérrez (27%) y Rodolfo Hernández (21%) y a una distancia estelar de Gustavo Petro (40%).

Colombia nunca se había enfrentado a un dilema de tanta trascendencia y la cuestión ya no es votar por quién es el mejor… hay que evitar que lo peor gobierne el destino del país.

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Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo