Durante mucho tiempo comencé a comprender el carácter conciso y elocuente del eslogan. «Patria, Socialismo o Muerte», instaurado por los militares golpistas que atacaron la democracia venezolana, utilizando las armas de la República. Porque la consigna siniestra continúa, el que murió es quien la instituyó como proclama malvada intimidante y desafiante.

No olvidemos que este golpista fue un enemigo de la democracia que logró destruirla desde adentro, un afortunado mal administrador que desperdició una oportunidad sin precedentes para desarrollar a Venezuela. Socialmente, un militarista trastornado que quería urdir un estado policial en paranoia permanente. La misma que acabó fragmentando a toda una sociedad que ahora, sin muertos, como nunca fanatizada, espera tiempos más violentos.

No bastó con quitar -supuestamente- la palabra muerte del fatídico lema. Ya no se trata sólo del hampa, a esto se suma la violencia oficial, lo que algunos autores denominan “violencia dirigida”, y al parecer, con la impunidad garantizada.

De vez en cuando, vemos con asombro lo que sucede en el país, asediado por la inseguridad. Es aterrador viajar en las carreteras venezolanas a toda hora. A la corrupción que impera en el impuesto sobre las ventas, plagado de sinvergüenzas alborotadas, se le suma el mal estado de las vías y, para colmo, el INRI, la inseguridad que acecha con sus dientes de hiena.

Está claro, hoy en Venezuela la seguridad no es nacional.

Echemos un vistazo a la cantidad de muertos ingresados ​​en la morgue de Bello Monte, aquí en Caracas, víctimas mortales debido a la inseguridad y violencia que reina hoy en nuestra desdichada Venezuela.

Solo necesito entender ahora “Patria y Socialismo”. El lamentable y cobarde asesinato del famoso chavista Carlos Lanz me ayudó a razonar sobre esta tercera parte del postulado oficial (o propaganda política). Insisto, su historial vinculado a la comisión de delitos y su afición al chavismo no justifican en modo alguno su muerte, en las circunstancias de forma, tiempo y lugar que ha detallado el fiscal del régimen. Es un muerto conocido, aunque el cuerpo no ha sido encontrado. Me limito a lo que informan los medios oficiales, y en particular la rueda de prensa que brindó dicho funcionario.

Prefiero insistir en las muertes que ocurren a diario en Venezuela. No cabe duda de que cada vez son más las víctimas que sufren la acción del hampa, que son asaltadas, asaltadas e incluso asesinadas. Pocas familias pueden decir que no conocen un caso cercano.

Las cifras que se reportan cada fin de semana son alarmantes, el desbordamiento de la delincuencia es evidente, hay un olor a impunidad en el ambiente y se ve la clara superioridad de los grupos criminales sobre las fuerzas policiales, ya que éstas actúan mejor armadas.

Venezuela parece avanzar hacia una sociedad de viudas y huérfanos. Una sociedad de personas en duelo. No sería descabellado crear una ONG: Asociación de dolientes de muertos por la violencia, que legítimamente exija al gobierno una acción eficaz y enérgica, para que se atreva a declarar de una vez por todas una guerra firme y decidida al hampa. Porque lo que vive hoy la sociedad, víctima de la impunidad del hampa, es una verdadera guerra asimétrica.

Los ciudadanos están claramente en desventaja sin secuaces o vehículos blindados, en comparación con el crimen «bien» armado.

Hoy, la comunidad exige la seguridad de sus miembros y de sus bienes, lo que implica la legítima aspiración de proteger sus derechos, prevenir la comisión de delitos, investigar lo sucedido y sancionar a los culpables. ¿Por qué acostumbrarse a vivir con la violencia?

Di no al conformismo y la resignación. No deberíamos tener la costumbre de esperar cada comienzo de semana para enterarnos de informes policiales o periodísticos, informes casuales de guerra.

Los medios que sirven al estado, no al gobierno, deben revisar los eventos desastrosos que involucran la acción despiadada del hampa. Sería bueno ver estos verdaderos monumentos al pauperismo y la estupidez como los programas de panfletos, las verdaderas cloacas de los medios, informando y comentando sobre acciones criminales recurrentes. ¿Será posible?

Que todo esto desaparezca o disminuya sustancialmente de la noche a la mañana parecerá algo platónico, ilusorio, soñador… Pero, aun así, hay muchas personas en el mundo (y en Venezuela, por supuesto) que quieren y luchan por salir de la barbarie. , y el gobierno tiene la responsabilidad de imponer el orden con políticas eficaces y no fantasiosas, y de aplicar un plan serio y coordinado de seguridad y desarme; considerar la urgencia y oportunidad de promulgar leyes relevantes como resultado de discusiones con todos los sectores de la sociedad civil.

Se trata de garantizar el derecho a la vida, que es el único que permite el ejercicio de los demás derechos, porque la patria mezclada con el socialismo no puede ser sinónimo de muerte. La inseguridad, la violencia, la impunidad, ¿y por qué no decirlo?, así como el clima de intolerancia política, revelan una realidad llena de angustia y dolor que vive hoy nuestro país; pretender negarlo es dar la espalda a las personas que lo padecen.

Quizás la geografía se haya convertido de pronto para nosotros en una prisión a cielo abierto, un paisaje de cuchillos, un valle de balas que van y vienen, un eterno eco de sirenas.

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Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo