negociaciones de paz

El presidente colombiano, Gustavo Petro, anunció el establecimiento de un nuevo proceso de diálogo con los remanentes de la guerrilla existente en su país, en particular con el ELN. Para ello, pidió a Nicolás Maduro que se convierta en el garante de esta nueva etapa de diálogo entre la mítica guerrilla y el Estado colombiano. Respondió positivamente a la solicitud escrita de Petro, e incluso demasiado.

Digo demasiado porque Maduro no se limitó a aceptar el pedido de Petro, sino que de inmediato ofreció a Venezuela como sede de los encuentros entre los delegados del gobierno de Bogotá y los del grupo armado ilegal. “Espero que, a la brevedad, podamos fijar una fecha para el encuentro entre su gobierno y el Ejército de Liberación Nacional con Venezuela como sede”, dijo en el comunicado enviado desde Caracas al Palacio de Nariño.

La naturaleza de este llamamiento nos sitúa ante una situación de reconocimiento, una vez más, de los profundos vínculos del régimen socialista del siglo XXI con una organización criminal que ha producido innumerables delitos en el país vecino, pero también en nuestro territorio.

En otros trabajos hemos destacado los discursos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro de abierta y clara identidad política e ideológica con estos grupos armados en el país vecino. Si bien hay compatriotas a los que una situación como esta no parece importarles, o peor aún, la apoyan, la mayoría de los ciudadanos venezolanos sí para quienes la presencia del ELN en Venezuela (con el claro y decidido apoyo político, militar y económico del gobierno madurista) constituye una afrenta a nuestra dignidad como ciudadanos y al decoro nacional.

Es absolutamente inaceptable para cualquier sociedad digna, moderna y democrática que un grupo armado al margen de la ley se despliegue en un espacio territorial, especialmente en otro país, para extorsionar, hostigar, asesinar, secuestrar y traficar productos sensibles en el mercado y en la sociedad, como minerales, combustibles e incluso medicamentos.

La presencia abusiva de los grupos armados de esta guerrilla en gran parte de nuestro territorio ya ha sido registrada y denunciada por diversas organizaciones no gubernamentales, por valientes periodistas y líderes sociales de nuestra Venezuela. La cúpula roja, en el ejercicio del poder, enmudeció sobre el escenario. Nunca se alude. Nunca responde a las quejas. Por el contrario, acaba protegiendo a los invasores y encarcelando a los que valientemente muestran pruebas de sus fechorías, como es el caso de la larga e injusta presión a la que es sometido el profesor Javier Tarazona, presidente de Fundaredes.

El nivel de encubrimiento, apoyo y relación de Maduro con el ELN es lo que llevó a Petro a pedirle que sea el garante de las negociaciones que están por iniciar. El nuevo presidente de Colombia sabe perfectamente que no hace nada en la búsqueda de una disolución de la guerrilla, si aquí en Venezuela sigue recibiendo estímulos políticos y económicos, y se le sigue ofreciendo nuestro territorio como refugio.

Parte fundamental de un proceso de transformación de este grupo armado en un conglomerado político o económico requiere la aprobación de Nicolás Maduro. El problema para Colombia y para Petro es la naturaleza belicosa y la ambición de poder ilimitado que impulsa a Maduro hoy. Estamos ante un personaje amante del poder, obsesionado con una visión guerrera del mismo, desconfiado de su propia fuerza armada, a pesar de las purgas que se le aplican; para quienes este tipo de grupo armado les sirve como medio alternativo para su ambición hegemónica. Petro conoce muy bien esta realidad. Por eso le pide a Maduro que dé fe de ello. De esta manera, busca comprometerlo, inducir al ELN a modificar sus operaciones en territorio colombiano.

Los venezolanos tenemos el problema y lo seguiremos teniendo en nuestro territorio. Las tienen los productores fronterizos, quienes deben pagar extorsión permanente, las tienen los habitantes de los asentamientos humanos de la región suroeste, quienes deben someterse a las órdenes de los comandantes so pena de ser ejecutados sin forma de juicio. El problema está en las zonas mineras donde este grupo tiene su sede e intereses. En definitiva, para nosotros el tema está ligado a nuestra integridad moral, territorial y ambiental ya nuestra dignidad como ciudadanos.

El tiempo dirá cuál será el verdadero papel de Maduro en este proceso. Probablemente seguirá en su doble juego, fingiendo una cosa y haciendo otra.

Lo cierto es que ni los venezolanos ni los colombianos podemos contar con la garantía de que Maduro actuará a favor de la paz, la seguridad de nuestra frontera, la defensa de nuestros ciudadanos o la dignidad y el decoro de nuestra nación. Siempre privilegiará a la guerrilla y sus prácticas.

Para salvar la integridad de nuestro territorio, parte del cual fue cedido a estos grupos guerrilleros, la dignidad y ética de nuestra nación, la seguridad de nuestros compatriotas, la democracia y el bienestar de todos los venezolanos, es fundamental derrotar a Nicolás. Madura en 2024.

Desenmascarar la connivencia de este régimen con la guerrilla colombiana debe ser una tarea permanente de los demócratas venezolanos y colombianos. Un amigo tachirense me dijo que ya se sabía. Que no valía la pena insistir en el tema. Expresé mi desacuerdo. Le recordé el viejo dicho: «Las cosas conocidas se callan, y al callarlas se olvidan».

Callar ante esta situación es permitir que se consideren normales, y por tanto olvidados, quitándoles la inmensa importancia que tienen. A pesar de los riesgos de su memoria, tenemos el deber de hacerlo. Venezuela merece ser un país de paz, de respeto a los derechos humanos, de plena legalidad. Callar ante la presencia y colusión de este tipo de grupos es negarse a luchar por hacer realidad nuestro sueño de una nación moderna y democrática. No podemos rendirnos.

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Saenz Olvera
Fito Saenz Olvera