«Es mejor ser derrotado diciendo la verdad que triunfar mintiendo». Gandhi.

A veces nos falta modestia y humildad y nos damos cuenta de ello cuando nos enfrentamos a la realidad. Escribí la semana pasada sobre una hoja de ruta para recuperar la soberanía ahora comprometida y me atreveré a ofrecer algunas consideraciones, aunque no pretendo, como magister dixit, pontificar, pero me enfrentaré a la incertidumbre desde mi punto de vista.

Comienzo por admitir que no vemos nada diferente a lo que vemos hoy cuando escudriñamos el horizonte en nuestra Venezuela con paisajes distópicos. El partido en el poder es percibido como dueño de la sociedad política y sin más contrapeso que la fuerza de las pruebas de fracaso que, por cierto, algunos irresponsables se atreven a discutir. Decir que Venezuela se ha arreglado o que las cosas han mejorado es una conclusión dolorosa que no resiste un análisis científico serio.

Por citar solo un dato, entre muchos otros disponibles, el salario mínimo en nuestro país alcanza los 29 dólares mensuales, siendo por mucho el más bajo de la región. Para hacer una comparación sencilla, nótese que la de Haití es 69 y la de Ecuador 426, según cifras publicadas recientemente.

Si esto vale el trabajo de nuestros compatriotas, también estamos por debajo del umbral de 1 dólar diario que se toma como referencia en los países africanos para reconocer el límite de la supervivencia o la pobreza extrema. Somos más pobres que todos aquí y competimos por este triste récord con el resto del cosmos. Que nadie venga a decir que estamos mejorando porque, innegablemente, ¡todavía estamos atrasados!

Sin embargo, ciertamente hay una minoría que da muestras de opulencia o incluso de frivolidad, consumiendo mejor que la gran mayoría que deambula vulnerable, frágil, precaria, entre carencias materiales y carencias en todos los servicios públicos. Lo peor, sin embargo, es que sin un cambio real y sin nombres ni oligarquías, la cosa no puede ser diferente.

No sólo somos un pueblo empobrecido sino también víctimas de desigualdades irritantes, inquietantes, insolentes. Ser un país que se ha construido durante décadas, con la ayuda del petróleo y el rentismo, un sistema de movilidad social que distinguimos ante el mundo por hacer, constituye en realidad, por el contrario, una sociedad descompuesta, plagada de obscenas diferencias y la vista de cada quien.

Lo que estoy describiendo breve y muy brevemente es lo que materialmente existe hoy y es lo que irrefutablemente ha traído consigo esta dinámica de la revolución hermosa, en poco más de dos décadas, y el desarraigo que ya ha lanzado a muchos otros a la aventura migratoria. que se ha secado, desespiritualizado, ciudadano o deshumanizado.

Al mismo tiempo, la experiencia del chavomadurismo, ideologismo, populismo, militarismo, caciquismo, despojó a la conquista republicana y democrática de sus fuerzas, corrompió las instituciones, provocó el fracaso del esquema federal que había avanzado considerablemente en la temporada de la democracia. experimento y derribó la educación en todos los niveles. Sin más méritos y sabiendo orientar los parámetros, nos hundimos en la arbitrariedad de la mediocridad.

Finalmente, este cataclismo histórico nos privó de liderazgo social y político y contaminó a las organizaciones partidistas y representativas de la sociedad civil, las irritó, aturdió y abortó.

La experiencia chavomadurista, como un tumor canceroso, ha hecho metástasis en el cuerpo vivo de la nación igualmente dividida, desesperada, exhausta, llorando y sola y limitada, desacreditada en todos los órdenes endógenos y exógenos.

Es necesario hacer este largo diagnóstico para comprender la naturaleza de la crisis y conjeturar congruentemente sobre su superación. Pensar que tenemos algo más o que podemos superar este bache sin comprenderlo es, además, deambular entre la torpeza y la estupidez.

Estamos abandonados por esta hazaña de crucial importancia histórica; Me refiero a nosotros, tú y yo, los lectores que ni siquiera somos conscientes del entorno que nos rodea, los que se han ido y los que están a punto de irse incluso. Para otro grupo, quizás la mayoría que hace lo suyo porque no cree en la existencia de un nosotros.

¿Que hacer? Creo que debemos asumir varios retos que son al mismo tiempo compromisos. Haciendo lo mismo que hemos hecho hasta ahora, no veo manera de derrotar al astuto Maduro. ¿Estamos de acuerdo o no?

Prepararse para redirigir la acción es una primera y, en mi opinión, una decisión capital; aunque reconozco que muchos se resisten porque no saben, no quieren o no pueden hacer otra cosa, pero así debe ser.

Manejemos los tiempos de otra manera que nos obligue, y le dificulte al oponente, personalizar demasiado pronto a su competidor. Las primarias antes de 2024 me parecen inconvenientes por razones que explicaré más adelante.

Propongo enero de 2024 y para eso creo que hay que elegir entre, por un lado, Súmate y la UCAB, quizás, o contratar a los equipos del CNE bajo el liderazgo de la plataforma nacional unificadora y democrática PNUD que les presentaré en otro párrafo.

¿Por qué no ahora o el próximo año? Responderé con la ayuda de las encuestas de opinión pública y la percepción que sale en cada conversación que frecuentemente nos permitimos los conciudadanos.

No hay liderazgo de nadie ni siquiera de algunos que no tenga un rechazo que triplique o cuadruplique a los que los aprueban o apoyan para ser candidatos a la presidencia del país y, sobre todo, para vencer la continuidad que por el momento corre sola. , falsificando cómodamente la verdad de su fracaso y manipulando a voluntad, con poca o ninguna oposición.

Forzar primarias anticipadas, una selección de un compatriota que no está legitimado ni apreciado como opción real, es hacer las cosas sin entender lo que está pasando. Es el negocio como de costumbre, independientemente de lo que sea diferente hoy. Debemos postular no un nombre sino una política, una propuesta, un programa común de cambio y sustitución.

La siguiente fase, en mi humilde opinión, es seleccionar y construir una plataforma política y electoral conformada por las mejores voluntades disponibles para promover la ciudadanía, sin la cual sólo es posible la derrota por venir. El paro electoral sigue vigente y así lo demuestran las encuestas. Este es un elemento estratégico a considerar.

También estaría a cargo de una dinámica de consulta y desarrollo de un programa de los ciudadanos, consultándolos y enseñándoles y estructurado como un plan o programa de desarrollo y reconstrucción nacional, a ser aplicado una vez que se recupere la soberanía y que un verdaderamente legítimo y constitucional.

Estaría conformado por quienes solo aspiran a contribuir a la tarea antes descrita, es decir, no serían candidatos a las elecciones de 2024 y dedicarían su fuelle a viajar, a escuchar, a sincronizar el país a través de contactos con todas las formas. de organización social y política. , que incluye a los partidos que deben dedicarse, incidental y fundamentalmente, a la noble y estratégica labor de constituir un equipo ciudadano de control electoral que cuide cada voto de los venezolanos.

Los partidos políticos están actualmente en la clandestinidad, en lo más profundo del descrédito y la incredulidad. Esta parte de la propuesta que estamos haciendo acompaña el proceso de ciudadanía que, insisto, es central, esencial, fundamental para sostener este deseo redentor.

Los partidos deben entonces emprender su propia regeneración, y para ello deben servir al pueblo, acompañar a quienes necesiten de su experiencia, tomar parte en la impugnación y reivindicar la acción como razón de ser, como instrumento al servicio de los ciudadanos. y no como los vemos en este momento, inútiles y deshonestos. Estos dos años y meses serían de convalecencia y sanación, en vista de jugar un papel estelar en el giro ontológico que debemos emprender en un esfuerzo por reencontrarnos con Venezuela.

Todo aquel que aspire a ser candidato y presidente debe merecerlo, calificar, salir de su cuartel a pelear, ir a cada municipio a escuchar y ser escuchado, legitimarse y en la centrífuga de esta campaña llegar a ser, separarse de sí mismo esto que lo lastra, lo desfavorece, lo ensucia y por supuesto, persuade a la mayoría con su discurso y su conducta.

Quien triunfe en estas primarias abiertas, con doble turno para pactar y suscribir un programa a realizar y no un ejercicio de fervor y capricho personal o de una de las oligarquías que pretende auspiciarlo, con el apoyo y vigilancia de una ciudadanía ‘ movimiento por y para la reconstrucción de nuestra patria, que sin embargo liderará.

La Constitución sería objeto de una profunda reforma del equilibrio de poder y competencia para reequilibrar las cosas y evitar que el caudillismo vuelva con fuerza para inocular a las instituciones sus perniciosas influencias y evitar ataques temporales a los conciudadanos y sus derechos, muchas veces incomprendidos. y violado.

Un fédéralisme vrai et plausible doit être défini et constitutionnalisé, en plus d’un virage qui pointe vers la gestion de l’économie afin que l’État s’occupe de ce qui est de sa nature et ne s’hypertrophie pas brutalement comme cela se ha producido.

Una hacienda responsable y una lista de reglas macroeconómicas y de finanzas públicas que mantengan las finanzas en orden para siempre, con criterios sobrios pero estrictos en la medida de lo posible, son los medios para orientarnos realmente hacia una gestión del desarrollo ecológico y una ponderación sostenible.

La sociedad económica debe ser desregulada y fomentar la iniciativa privada; garantizar el derecho a la propiedad, limitar las exorbitaciones con las que suele comportarse el poder público, pero, si bien desde una economía social de mercado buscamos la justicia, la equidad, la subsidiariedad, debemos revertir y superar la pobreza que nos avergüenza. Este es el objetivo estratégico pendiente para alcanzar la dignidad de la persona humana desfigurada hoy. Esta es la prioridad.

Un verdadero cambio, una auténtica revolución ciudadana, empieza por la educación. Una parte del plan o programa de desarrollo y reconstrucción nacional que nos saque del atraso, hastío, desilusión y melancolía que aqueja a nuestros muchachos, se inscribirá en la actualización tecnológica y la sociedad digital. Básicamente, por tanto, pagar bien a los profesores y redimensionar la universidad para que produzca con calidad y competencia. El otro aspecto a trabajar desde abajo sería la ciudadanía en la humanización que tanto añoramos en este horrible período de resentimiento y despersonalización.

Puedo continuar con lo que algunos con ‘compromiso’ llamarán mi fantasía, mi utopía, pero ojalá sirva para iniciar un viaje que nos lleve a otro espacio y no, como temo, al mismo escenario en el que vegetaremos hoy. .

Cambiamos, innovamos o perecemos, como diría el periodista e intelectual Andrés Oppenheimer en uno de sus textos, y yo le creo.

nchittylaroche@hotmail.com

@chittylaroche

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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