Los humanos tenemos una tendencia natural y explicable a rodearnos de quienes piensan como nosotros. Según las teorías psicológicas de la coherencia (Heider, Festinger, Osgood y otros), esto se debe a que mantener relaciones incoherentes, como discrepar con nuestros amigos en cuestiones ideológicas o confrontar constantemente opiniones contrarias a las nuestras por parte de quienes nos rodean, termina generando un trastorno psicológico. molestias que siempre tratamos de evitar y reducir.

Además, y de acuerdo con las teorías de formación de estereotipos, la información del entorno que es consistente con nuestras creencias recibe más atención y tiende a ser recordada con mayor precisión que la información que no es consistente con nuestras propias opiniones. En efecto, las personas, por un mecanismo de economía cognitiva y de «confort» psicológico, tienden a prestar atención preferente y a considerar como verdaderas las informaciones que se ajustan a lo que creemos, y a rechazar, negar o simplemente no ver las que no lo hacen. juego. con lo que creemos, lo que pensamos.

Así, es habitual que las personas busquen la confirmación permanente de sus opiniones y creencias, rodeándose preferentemente de personas afines e ignorando información que desafíe lo que ya tienen. Esto termina generando la ilusión de creer que todos -o al menos la mayoría- piensan como quienes nos rodean, cuando en realidad no es así.

El último estudio a nivel nacional de More Consulting, una de las firmas de opinión pública más serias y confiables del país, finalizado a fines de julio, es un buen ejemplo de la distancia que muchas veces existe entre lo que la mayoría del país percibe y lo que generalmente se acepta. como cierto en el restringido mundo de las redes sociales o en el de ciertos actores políticos. En este cosmos limitado, hay –entre muchos otros– dos mitos a los que referirse: el primero, que si hay elecciones presidenciales al menos moderadamente limpias, Maduro ya está derrotado porque es una minoría y que el pueblo no lo quiere; y la otra, paradójicamente, que la población venezolana ha perdido interés por la política y está inmersa en una supuesta resignación colectiva ante la situación actual. Comencemos con el primero.

Si no levantas la vista de las redes sociales que siempre sigues, o si eres líder político y solo te encuentras con tu activismo, y cuando sales de gira es para rodearte de los que siempre aplauden, seguro que compras la tesis de la derrota segura e ineludible de Maduro. Es cierto que hoy solo 3 de cada 10 venezolanos se identifican con el oficialismo. Es una minoría, y más si tenemos en cuenta que de ese 30% de la población, el 10% se define descontento con Maduro. Pero esta minoría lo es, según con qué se compare, sobre todo cuando el 70% restante dista mucho de ser homogéneo. De hecho, y según los datos de Moro, solo el 29,1% de los venezolanos se identifican políticamente como opositores. Pero lo más alarmante es que mientras los oficialistas “reincorporados” a Maduro representan el 20,8% de la población, apenas el 10% de los encuestados dice apoyar y seguir hoy a la dirigencia opositora. Este hecho desgarrador obviamente podría cambiar, pero lamentablemente así es la fotografía de hoy. Así, y a pesar de que entre 7 y 8 de cada 10 venezolanos quieren -según el mismo estudio- un cambio político en la dirigencia del país, la tarea de derrotar a Maduro no parece tan sencilla como algunos podrían pensar, incluso en la actualidad. situación posibilidad de que las elecciones se realicen en mejores condiciones de transparencia. La tarea no está terminada, todo lo contrario. Porque aún con mejores condiciones electorales, para conquistar el poder, primero hay que conquistar el país.

El otro mito común en ciertos microcosmos es el referido a la supuesta “resignación” colectiva y abandono del interés por la política. Y aunque este interés ha disminuido un poco en comparación con estudios anteriores, se mantiene por encima del promedio de los países de la región. De hecho, ya pesar de la naturaleza aparentemente improvisada de la pregunta, el 78% de los encuestados dice estar bastante dispuesto a votar en una posible elección presidencial. No parece un país que haya ignorado la política, aunque puede que lo haya hecho con algunas formas particulares de ejercerla. Pero, además, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social registró 3.892 manifestaciones en el primer semestre de 2022, un promedio de 22 por día. Esta cifra representa un aumento del 15% en comparación con el mismo período del año pasado. Esto, sumado a las enormes manifestaciones masivas de indignación y protesta que actualmente se realizan en todo el país por parte de profesores, empleados y trabajadores universitarios, trabajadores de la salud y la educación, organizaciones obreras, ONG, pensionados y jubilados, empleados públicos y movimientos obreros, en defensa de la sus salarios y sus condiciones de trabajo, es la negación más evidente de la extraña tesis del país resignado.

Una cosa es la realidad ya veces otra es lo que creemos que está pasando. Y para empezar a acceder a esta realidad hay que salir al encuentro de los desconfiados, de los que piensan y ven las cosas diferente a nosotros. Hay que dejar de respirar el mismo aire de siempre, el que respiran los que piensan como nosotros. Debemos atrevernos a ver las cosas como son y no solo como pensamos o creemos. Comprender la realidad tal como es es siempre el primer paso para cambiarla.

Más allá de los círculos íntimos que nos resultan más cómodos, y espacios donde respiramos sólo el aire del conocimiento, hay un país en ebullición, pero cuyo descontento debe ser acompañado en su proceso de transformación hasta convertirse en una poderosa fuerza política. , en una mayoría efectiva capaz no sólo de derrotar a los explotadores de hoy sino también de iniciar la reconstrucción del país. Esta, y nada más, es la tarea prioritaria que tenemos por delante.

@angeloropeza182

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Hildelita Carrera Cedillo
Hildelita Carrera Cedillo