El mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, ha optado por aplazar las elecciones para el parlamento y las regiones que estaban programadas para abril, estableciendo como nueva fecha el 25 de mayo. Esta medida, comunicada por el Consejo Nacional Electoral (CNE), ocurre en un escenario de aumento de presión desde el exterior, especialmente por parte del gobierno de Donald Trump, que ha aumentado sus críticas y advertencias en torno al sector petrolero venezolano.
La acción se toma a menos de un año de las polémicas elecciones presidenciales de julio de 2024, ampliamente criticadas como fraudulentas, que reforzaron aún más el control de Maduro. De acuerdo con el CNE, el retraso se debe a «solicitudes de varios actores políticos», aunque para numerosos analistas, la medida está claramente relacionada con las recientes fricciones entre Caracas y Washington, que han aumentado en las últimas semanas.
La medida se da menos de un año después de las controvertidas elecciones presidenciales de julio de 2024, ampliamente denunciadas como fraudulentas, que consolidaron aún más el poder de Maduro. Según el CNE, el aplazamiento responde a «peticiones de diversos actores políticos», pero para muchos observadores, la decisión está directamente vinculada a las recientes tensiones entre Caracas y Washington, que han escalado en las últimas semanas.
El mandatario estadounidense, Donald Trump, ha expresado abiertamente su oposición a las políticas de Maduro y al ingreso petrolero que, según su criterio, mantiene al régimen chavista. Trump ha evaluado la opción de revocar la licencia que permite a Chevron, la empresa multinacional estadounidense, funcionar en Venezuela, lo cual podría impactar fuertemente la economía del país. «No deseamos que el chavismo obtenga miles de millones mediante la venta de petróleo», declaró Trump, responsabilizando a su antecesor, Joe Biden, por haber permitido lo que calificó como «un error estratégico».
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha sido particularmente vocal en su rechazo a las políticas de Maduro y al flujo de ingresos petroleros que, según él, sostienen al régimen chavista. Trump ha considerado la posibilidad de suspender la licencia que permite a Chevron, la multinacional estadounidense, operar en Venezuela, lo que podría asestar un duro golpe a la economía venezolana. «No queremos que el chavismo reciba miles de millones por la venta de petróleo», afirmó Trump, culpando a su predecesor, Joe Biden, por haber permitido lo que denominó como «un error estratégico».
El mandatario estadounidense también señaló que, bajo su administración previa, Venezuela «estaba en camino hacia algo mejor», pero que las políticas de Biden habían revertido cualquier progreso. Estas declaraciones coinciden con el avance de negociaciones entre representantes de la Casa Blanca y el gobierno de Maduro, que buscan abordar temas como las elecciones, el negocio petrolero y la situación de los derechos humanos en el país sudamericano.
El acercamiento entre los dos gobiernos, aunque polémico, ya ha logrado algunos resultados concretos. Richard Grenell, quien es enviado especial de Trump, sostuvo recientemente una reunión con Maduro en el Palacio de Miraflores. Esta reunión facilitó la liberación de seis ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela, así como la reanudación de los vuelos de deportación de migrantes venezolanos desde Estados Unidos. No obstante, estas medidas también han suscitado críticas, tanto en Venezuela como en Estados Unidos, debido a sus implicaciones humanitarias y políticas.
La política migratoria de Trump, caracterizada por la cancelación de permisos temporales y la deportación masiva de migrantes indocumentados, ha impactado significativamente a los venezolanos. Entre los primeros deportados hacia la base de Guantánamo se encuentran ciudadanos venezolanos sin antecedentes penales, algunos de los cuales habían llegado recientemente a Estados Unidos. Asimismo, el ministro del Interior venezolano, Diosdado Cabello, se vanaglorió públicamente de que entre los deportados había militares que habían desertado del régimen chavista.
Un escenario electoral incierto
En este escenario, el aplazamiento de las elecciones ha provocado intensas críticas tanto en Venezuela como en el extranjero. De acuerdo con Elvis Amoroso, presidente del CNE y pieza central en el fraude electoral de 2024, la resolución de demorar las elecciones fue adoptada después de recibir peticiones de distintos sectores políticos. No obstante, muchos opinan que el chavismo pretende ganar tiempo para preparar un proceso electoral que favorezca sus intereses.
Las fuerzas opositoras moderadas, encabezadas por líderes como el gobernador Manuel Rosales y el excandidato presidencial Henrique Capriles, han decidido tomar parte en las elecciones. Por otro lado, los partidos afines al chavismo han celebrado la decisión, fortaleciendo la idea de que los comicios de mayo serán una nueva «pantomima» para dar legitimidad al régimen.
Para la oposición más radical y la comunidad internacional, el aplazamiento electoral es una estrategia deliberada de Maduro para afianzar su control mientras lidia con la presión de Washington y busca mantener el respaldo de sus aliados políticos y económicos, como Rusia, China e Irán.
Un trayecto lleno de retos
Un camino lleno de desafíos
El futuro político de Venezuela sigue siendo incierto. La crisis económica, exacerbada por las sanciones internacionales y la caída de los ingresos petroleros, continúa afectando a millones de venezolanos. Al mismo tiempo, las tensiones con Estados Unidos y las divisiones dentro de la oposición dificultan cualquier posibilidad de cambio significativo en el corto plazo.
El retraso de las elecciones es solo el último capítulo en una larga serie de maniobras políticas destinadas a mantener a Maduro en el poder. Mientras tanto, la población venezolana sigue enfrentando las consecuencias de un sistema que parece cada vez más desconectado de las necesidades y aspiraciones de sus ciudadanos.